Ingrid De Ycaza aprendió la lección de la Parábola del Burro a pocos meses de haber empezado a trabajar en la televisión. Ella explicó que sufría mucho por todo lo que leía o le decían, criticando cualquier cosa que hacía, decía, vestía, pensaba, opinaba, parpadeaba, respiraba, etc… "Solo por estar en un programa irreverente que irónicamente, muchos admitían ver y otros tampoco se lo perdían, pero lo negaban hasta la muerte", dijo.
Llegó el día en que entre las hormonas alborotadas por el postparto, el agotamiento de levantarse en la madrugada a atender a un recién nacido, las amamantadas, atender a Gaby, ordeñarse, trabajar en radio y la muerte de su papá, llegó varias noches corriendo a llorarle a su esposo. "Llegué a mi límite, me dije: "Ingrid Melissa, ¿Alguna vez has visto a alguna de esas personas en los mejores o peores momentos de tu vida? Y mi respuesta fue no. La siguiente pregunta fue: Si te dieran a elegir entre ser feliz o agradar a todo el mundo, ¿qué eliges? La respuesta es obvia. Desde que dejó de importarme lo que pensara la humanidad de mí, me sentí libre y en paz". Y es que "no puedes evitar que se hagan un juicio o historia de ti, pero sí puedes evitar que te afecte".
"Llegué a mi límite y me dije: "Ingrid Melissa, ¿Alguna vez has visto a alguna de esas personas en los mejores o peores momentos de tu vida? Y mi respuesta fue no. La siguiente pregunta fue: Si te dieran a elegir entre ser feliz o agradar a todo el mundo, ¿qué eliges?...".